Fragmentos del lazo social. ¿Por qué vivimos tan solos?, de Luciano Lutereau, muestra el claro quiebre del deseo y la deserotización que desgarra los vínculos. Si localizamos que nuestro mayor conflicto hoy no es con el otro, sino con la capacidad de abrirse al otro, la ecuación ofrece una nueva dimensión: quizás las respuestas a nuestras preguntas incluyan repensar el cortocircuito con el lazo. ¿Por qué vivimos tan solos, enojados, paranoicos, frustrados? ¿Qué ha pasado con nuestros lazos sociales en los últimos años? ¿Por qué los objetamos? ¿Cómo reconciliamos las asimetrías y las incomodidades de la vida en común? El Dr. Lutereau presenta –desde un abanico de síntomas y actos como la depresión, la crueldad, la soledad, la seducción, los celos, la falta de voluntad, la histeria, el narcisismo, la muerte, el sexo, el poder– una aproximación al porqué de los males de nuestra época. El análisis abarca los gérmenes más íntimos de la relación con el lazo social y sus formas de fragmentación: en el viaje del individuo hacia una cultura melancolizada, los conflictos parecen formar lazos más sólidos que lo que tenemos en común. Uno de los mayores desafíos en esta época será comprender la tensión por delimitar nuestra individualidad en un mundo globalizado y desinstitucionalizado que ha perdido sus fronteras y se ha vuelto homogéneo, a la vez que restablecemos el lazo social con bases en la hipermodernidad. Fragmentos del lazo social, prologado por el reconocido psicoanalista francés Gérard Pommier y acompañado en el apéndice con textos de Esteban Dipaola, Marina Esborraz, Constanza Michelson y Carlos Quiroga, se vislumbra como un brillante punto de inicio. “Este apego al prójimo tiene un nombre, es el nombre del amor, o más exactamente de un amor que se ignora a sí mismo: es el que amará al otro más que a sí mismo. Es un amor feroz, y también lo es el lazo social. El amor quiere poseer a quien va dirigido, hablamos con nuestras manos para atrapar a nuestro interlocutor desde que nacemos. Además, es posible hablar solo con las manos, como muestra el lenguaje de los sordos y mudos. El amor quiere poseer, este es el primer movimiento que funda lo que podemos llamar “discurso del Amo”, que es ante todo amo y maestro de la palabra”.
(Gérard Pommier)