Aristóteles, Freud y Lacan o el encuentro de lo real.
Si el descubrimiento freudiano del inconsciente nos ha enseñado a ver en los síntomas una figura, entendida como la figura del destino, esta obra sostiene la hipótesis de un "destino de los tiempos modernos". La problemática lacaniana del azar y lo real renueva el sentido y el uso de la categoría de destino, a partir de la interpretación del automaton y la tyche en la Física de Aristóteles. Con una causalidad significante del sujeto que es del orden del automaton, Lacan articula la tyche en el sentido de buen o mal encuentro, encuentro con lo real. De Aristóteles a Freud y luego de Freud a Lacan, el encuentro es un elemento a la vez determinante y aleatorio de la causalidad del sujeto; la experiencia analítica revela otro sentido del destino de éste. Ese sujeto no será menos deseante por ser el sujeto del inconsciente. Así, lo que se produce "como por azar" va al encuentro del fantasma. El fantasma enmascara un real primero, determinante, que Lacan erige en azar. Con el amor o con la transferencia ha de haber un encuentro que no será una pura repetición del pasado en el presente, sino un amor atravesado por una pérdida. En ese sentido, el destino del sujeto puede volver a jugarse en la cura. El amor de transferencia actualiza el inconsciente no realizado, entre ser y no-ser. Lacan suspende la certidumbre de un ente en provecho de una ética, de lo que debería ser y no de lo que es. Las figuras del destino -Gradiva, Edipo, Hamlet, las del duelo y la melancolía, la del caso clínico de Helene Deutsch, "Neurosis histérica de destino"- encarnan esos destinos singulares, entre la causalidad significante del sujeto y el encuentro de lo real.