Los ejecutivos pasan por ser los elementos "competitivos" de la economía moderna, aquellos a quienes el capitalismo parece prometer la autorrealización y la dicha personal. Sin embargo, esos hombres y mujeres de quienes la empresa espera dedicación, obediencia y solidaridad parecen haber perdido la fe. Sería posible imaginar que el desorden social podría no surgir de una movilización de los "de abajo" contra el capitalismo, sino del corazón mismo de sus elites.
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