Leyendo a Levrero, me encuentro con esta frase que bien podría haber usado César Díaz en su libro En la semilla ya está el aroma: “No estoy escribiendo para ningún lector, ni siquiera para leerme yo. Escribo para escribirme yo; es un acto de autoconstrucción”. La cita de Levrero puede servir para ingresar en este libro, un libro que funciona como un ajuste de cuentas con el pasado y que enmascara los filtros que separan la memoria de los mecanismos de la ficción. No hay una historia, hay muchas pequeñas historias, con un denominador común: la voz del narrador, que se ramifica, que se expande. Narra en primera persona, en forma fragmentaria, incluso caprichosa, unas pocas situaciones, recuerdos comprimidos, donde la vida se nos presenta sin énfasis, pero con una tristeza contenida que atraviesa cada frase, cada imagen. César Díaz escribió un libro que invita a espiar sin pudor en la intimidad de un hombre que necesita reencontrarse con su propia experiencia.
CORREO ARGENTINO
DESCUENTO DEL 10% POR TRANSFERENCIA BANCARIA
Protegemos tus datos