Al Alvarez es poeta, crítico literario y autor de una decena de ensayos, pero también ex atleta, fanático del póquer, escalador y adicto a la adrenalina en todas sus manifestaciones. A sus sesenta y tres años, sin embargo, y con un tobillo ya sin cartílago luego de décadas de uso intensivo, se ve obligado a abandonar el montañismo, muy a su pesar. Pero descubre, casi con sorpresa, que la vejez no implica llevar necesariamente “una existencia póstuma”, y retoma una actividad que lo ha acompañado desde la infancia: la natación en los estanques de Hampstead Heath, imprevistos oasis agrestes en medio de Londres, donde se zambulle varias veces por semana, sea primavera, otoño o el más inclemente invierno.
El resultado de esas visitas es En el estanque, un diario que comienza como el detallado inventario de la relación entre el poeta y la naturaleza –el cambio que traen las estaciones, las modulaciones del follaje, el vuelo de los pájaros–, pero que se va transformando progresivamente en una crónica sobre el trance de envejecer: un relato íntimo, divertido, impiadoso y al mismo tiempo conmovedor sobre los achaques físicos, los impedimentos del cuerpo y las dificultades de la vida cotidiana. Contra esto, Alvarez se refugia en las palabras, la buena compañía y la natación en las aguas ambarinas y vigorizantes del estanque. Ese sitio que le recuerda que sigue “plenamente vivo”. Una evidencia que no necesitarán quienes se asomen a este libro para conocer –o redescubrir– a un autor vital y cautivante
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