En la estela del Vocabulario de las filosofías occidentales. Diccionario de los intraducibles, que paradójicamente ha sido traducido o está en vías de serlo en una decena de lenguas, Barbara Cassin propone sobre la traducción un punto de vista totalmente inusual. Recelosa del Uno y del universal del Logos, se sirve de la herramienta sofística para hacer el elogio de lo que el logos llama “barbarie”, de los intraducibles, de la homonimia. Para combatir la exclusión, esa patología del universal que es siempre universal de alguien, la autora propone un relativismo consecuente: no el binario verdadero/falso, sino el comparativo “mejor para”. Muestra que la traducción es un saber-hacer con las diferencias, por excelencia político, apto para constituir el nuevo paradigma de las ciencias humanas. Al complicar ese universal del que el globish, lengua mundial de comunicación y evaluación, es un triste avatar, las humanidades han pasado hoy de la reacción a la resistencia.
Un alegato por las humanidades que deja atrás los argumentos al uso dirigidos a colocar la lengua en el lugar central.
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