Fue Valery Larbaud quien llamó vicio impune a la lectura, y es cierto que sus adictos son aún más tenaces y voraces que los de esos paraísos que Baudelaire llamó artificiales. Las notas de lectura que Edgardo Cozarinsky ha reunido en este volumen ignoran toda disciplina crítica y comunican al lector la curiosidad no domesticada de la asociación libre y la digresión cultivada. Que se trate de Marguerite Duras y Graham Greene, del oscuro Kurban Said o del infame Pitigrilli, Cozarinsky rastrea, como en sus novelas y cuentos, los lazos invisibles que atan al individuo a su tiempo, al creador a sus fantasmas. Puede ser la payada política de Borges versus Martínez Estrada, o las ilusiones de un congreso del PEN Club en el fatídico 1936, pero siempre el humor, amable o filoso, recorre este volumen que solo desea prolongar el civilizado placer de la buena conversación entre lectores amigos
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