Este libro trata de lo que el trabajo hace al psicoanalista y viceversa. Dejemos de lado, para no desviarnos, el punto de vista de esa moral organizadora de las relaciones humanas o elaborada por la experiencia social: el trabajo del psicoanalista no tiene nada que ver con el del sociólogo. Contentémonos con una reflexión técnica: la cuestión principal es la de situar el lugar del saber y la acción, en la cura. Esta se sitúa del lado de los pacientes, siempre y cuando, se les ofrezca un lugar donde sea posible desplegar sus narrativas, para poder escuchar algunos de esos miles de hilos que los mantienen inmovilizados en lugares que se han vuelto insostenibles, para cada quien.
Una forma de desentrañar los principales trastornos de ansiedad o depresión, durante las entrevistas de “sufrimiento en el trabajo”, como a lo largo de un tratamiento, es permitir al paciente resituar la infelicidad que trae, en su experiencia dentro de las relaciones de producción, para examinar las diferentes creencias que han ido marcando su recorrido.
De allí que la autora se hace estas preguntas: ¿Cómo podría ser la práctica del psicoanálisis si los psicoanalistas tuvieran en cuenta los efectos del trabajo, tanto en el curso del tratamiento de sus pacientes como en las condiciones de su propia actividad? ¿Cómo sería el mundo si considerásemos las desgracias que nos afectan, nos hacen daño y a veces nos matan, como consustanciales a las relaciones de producción de servicios y bienes? ¿Qué técnicas de asistencia y qué tipo de organización de la salud pública resultarían de esta nueva visión
del mundo?
En este sentido las reflexiones de este recorrido son las que se analizarán en este texto. La organización de mi trabajo en la consulta ha estado condicionada en mayor medida por los treinta años de experiencia clínica que por mis vastos años de estudio y contacto con investigadores.
De la introducción