El liberalismo económico nunca ha sido una mera defensa de procesos sociales que ya estaban en marcha, sino que se ha sustentado en un multiforme y a menudo contradictorio conjunto de promesas futuras, teodiceas secularizadas, antropologías imaginarias o profecías disfrazadas de teoría racional: en definitiva, una panoplia de relatos utópicos. Leer el desarrollo del liberalismo como una sucesión de utopías nos devuelve a la compleja e inapelable realidad: mientras el río sigue ofreciéndonos su caudal de riquezas, los liberales nos las niegan, colocando en otro lugar, muy lejano, la posibilidad de liberarnos de todos los límites y constricciones que ellos mismos han erigido desde hace siglos. Quizás el capitalismo sea la única utopía.
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