Desde la ilustración de cubierta, Müller nos dice que la historia de su soldadito de plomo tiene otra perspectiva. Y si soldado nos suena a guerra, la perspectiva a la que se refiere es la de los que la pierden, los vencidos.
El cuento de Andersen “El soldadito de plomo” es un cuento sólo por ese final que suena a añadido y responde a cierta religiosidad que habla de vida tras la muerte: ese corazón de plomo con las estrellas del vestido de la bailarina que aparece en los restos de la lumbre después de que hayan ardido los dos personajes. Pero sin esto, la historia es una tragedia con amor, celos, un malo que no es castigado, con la opulencia y la miseria, con el dolor.
Es esta idea la que Jörg Müller ha recogido en unas ilustraciones a toda página (donde de las 38 totales hay 16 que forman 8 páginas dobles) y sin más texto que el de algunos rótulos pertenecientes a las propias imágenes. Su realismo casi fotográfico va a bastarle de sobra para contar la historia o, mejor, para sugerir historias, la principal y tantas paralelas que generan los muchísimos detalles que forman parte de cada composición.