Schéhérezade necesitó de treinta "sesiones" para contarle una historia al rey Shahriar. Manteniéndolo despierto apaciguaba su pena, adormecía su furia. Por su parte, la gran narradora, noche tras noche, conseguía diferir la muerte que le estaba asignada. El que duerme despierto es una navegación sin rumbo ni brújula, un paseo soñador como los que suscitan la visión de un árbol, de una flor... como cuando trazamos un camino a través del campo sin saber adónde nos conducirán nuestros pasos. En estas páginas, la fuente de la ensoñación fueron una pintura, una fotografía, algunos encuentros pasajeros, a veces una lectura. Ensueños, sueños y ensoñaciones, de las que nacen literatura, arte y música... Si los amamos a tal punto, ¿será acaso porque nos ofrecen una segunda vida y nos brindan por un tiempo la ilusión de librarnos de la muerte?
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