En clave de un excursionismo salvaje y urbano, y a una velocidad que recuerda la mirada excitada de Ricardo Zelarayán en La piel de caballo, Gonzalo Heredia reconstruye- en su segunda novela- el universo de las personas que escriben libros, un lugar habitado por dioses y, sobre todo, por personajes desesperados.
Un joven aspirante a escritor sale a buscar a la literatura. Hace una llamada de teléfono, toca el timbre ¿Es la literatura un lugar? ¿Es acaso un hombre de carne y hueso?
Reflexionó Mariana Komiseroff: “Un muestrario no solo de un tipo de masculinidad sino también de toda una generación de hombres que oscilan entre la meseta de la represión y el clímax homoerótico de la admiración“
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