Tengo un poco de miedo por este libro. Porque es un libro de amor. Es un arbusto ardiente. Mejor tirarse en él. Una vez en el fuego uno se baña en dulzura. Yo estoy ahí, lo juro.
¿Quién puede contener la felicidad y el dolor del amor en una fórmula o en una serie de palabras encadenadas? Para la narradora de este canto incendiario, de esta ofrenda a una mujer que es más que una mujer, que es el principio y el fin de todo lo que existe, su pasión, tan física como infinita, solo puede ser experimentada en el cuerpo, en los sueños, en el temblor de la voz.
El libro de Prometea recurre al ritmo y a la entonación de la oralidad, como así también a las imágenes fantásticas latentes en el inconsciente, para renunciar al control y dejarse arrastrar por el caudal ilimitado de los sentimientos.
Recuerdo el primer manuscrito que me confió Hélene. Llegó como un meteoro a mi jardín. El campo cultural o socioeditorial, el "lectorado" de la época no estaba preparado, me parecía (¿me equivoqué?), para recibir y medir lo que ahí comenzaba. Así que temí por ella en el transcurso de la lectura, con este doble sentimiento: deslumbramiento y angustia.
Jacques Derrida
CORREO ARGENTINO
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