“En todos los sueños hay una señal inicial. Una voz, un olor, un deseo. Después de percibirla nos incorporamos a un mundo que, aunque inerte, ya existía y nos estaba esperando para cobrar sentido”. Estas palabras de El desierto de la melancolía nos llevan hacia un lugar donde la izquierda está a la derecha y donde lo que sucede ya ha sucedido, un pueblo abandonado cuyos habitantes viven pasiones que parecen reales. También el crimen que se investiga lo parece, hasta que la llegada de la niebla y de la bestia lo vuelvan irreal; sensación de extrañamiento, o de déjà vu, experimentada por el fiscal de instrucción cuando cree reconocer lo que no ha visto nunca.
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