Para mí es conmovedor relatar esta historia, que se aproxima más a la ficción y a la poesía que a la realidad. Pero que es aún más conmovedora por ser… real.
Comienza con otra: la de un guerrero humano, duro con los duros y blando con los débiles, llamado Nippur de Lagash, en los milenios del bronce y de reinos hoy casi olvidados.
Algún lector mío, llamado Sebastián, apreció en él esas virtudes de valor y piedad, y decidió poner su nombre al niño que con su esposa Marie esperaban…
Pero lo que no debió pasar de una anécdota se vuelve un combate contra los molinos de viento de la burocracia.
El nombre no es reconocido como tal (aunque exista desde hace cinco mil años). Con bravía terquedad Sebastián y Marie insisten: recurren a abogados, juristas, agotan a los ministerios, sacuden el polvo de las leyes…
¿Vale la pena tanta lucha? ¿Por un nombre? Sí.
Pues si dejas de luchar por tus
pequeños derechos, un día dejarás de hacerlo por los grandes.
¡Y ganan! ¡La ley se cambia! ¡Júbilo para todos los que han seguido ansiosamente su lucha!
Uno de los cuales fui yo, hasta que me pusieron a ese niño con nombre de héroe en los brazos.
¿Final feliz…? No.
Marie, su madre, cae mortalmente enferma, cuando el niño Nippur cuenta con apenas dos años, y debe permanecer en cama, en tratamiento, hospitalizada…
Otra batalla comienza, y en ésta ella es la heroína. No se rinde, aunque sabe que no podrá vencer al terrible enemigo. Compila este maravilloso libro para su hijo, para que aprenda que la valentía es eterna porque el recuerdo la rescata siempre.
Es su canto de cisne y su legado de amor para los suyos.
Coloco una flor en su recuerdo,
e imagino a mi héroe recibiéndola en otro mundo de valientes y
bendecidos.
Así sea.
Robin Wood (creador de Nippur de Lagash)