No es casual que autores contemporáneos como Deleuze, Butler, Stengers, Haraway o Latour nos propongan un retorno a Whitehead. Es el filósofo de todos los conceptos claves de las filosofías del presente: proceso y devenir, acontecimiento, relacionalidad. Volver a Whitehead es volver al punto en el que la filosofía podía salir del esencialismo sin tomar la vía de la fenomenología y el existencialismo. Por eso tampoco es casual que Bergson haya dicho en su época: “es el mejor filósofo escribiendo en inglés”.
En estas conferencias de 1919 Whitehead se propone fundar una filosofía para la ciencia que asuma las consecuencias metafísicas de la teoría de la relatividad. La ciencia natural ha heredado la idea griega de “sustancia” en su noción de una “materia” separada del tiempo y del espacio. Pero en las entidades que nos entrega directamente la percepción (un fuego, un saco azul o la Gran Pirámide) tiempo y espacio no se distinguen. Son entidades esencialmente procesuales y relacionales, son “acontecimientos”. Y los observadores somos “acontecimientos percipientes”. El desafío consistirá en ver cómo se fundan y en qué se convierten un instante de tiempo, un punto en el espacio o un objeto cuando se asume este punto de partida.
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