A mediados de la década del setenta, en un tranquilo pueblo de provincias un buen día el colectivo deja de parar. Esa primera vez los pasajeros quedan desconcertados a la vera del camino, viendo como el polvo se eleva y la máquina se aleja. Hay todo tipo de conjeturas, pero se supone que al día siguiente vuelva la normalidad.
Pero no vuelve. Día tras día, el colectivo sigue de largo, y al estupor inicial, le suceden la furia, las sospechas más audaces y un creciente rencor entre los vecinos. La alteración de la rutina evapora la armonía, la hipocresía se resiente, y salen a la luz envidias, penas y temores tantos años acallados. El chivo expiatorio son una pareja de jóvenes que llegaron de la ciudad y están de paso en el hotel. Son un cuerpo extraño en ese lugar, y son quienes más se desesperan por no poder abandonarlo. Quizás es pura impaciencia, aunque en verdad parecen tener muy buenas razones para querer huir rápidamente de allí.
Con una prosa serena y un exquisito don para crear climas, en El colectivo Eugenia Almeida reproduce los años de plomo de la Argentina en una pequeña aldea que estaba segura de vivir en un orden natural. Sin caer en sentimentalismos, sin abusar nunca del color local, esta novela muestra que los hilos de la violencia pueden surgir en los parajes más insospechados, y que a veces se manifiestan con un silencio, con un rumor o con repentinos gestos de desprecio. Y también con la muerte, claro.
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