Un tiroteo se desata dentro de una avioneta que lleva cocaína a la frontera. La avioneta cae y, con ella, llueven ladrillos blancos sobre unos ranchos pobres de provincia. Sobre una tierra reseca en la que solo puede crecer la desesperanza. Se inicia así una guerra entre quienes quieren recuperar la droga y quienes no quieren perder esa oportunidad única que les cayó del cielo.
La violencia es la gran protagonista de El Cielo Que Nos Queda
No la crueldad, que la hay, ni la ternura, que también asoma.
La violencia.
Una violencia que recorre estas páginas como un pase de merca pura en el flujo sanguíneo.
Corre. Busca. Persigue. Ataca.
Y nos alcanza a todos: a los prostituidores y las niñas rotas, a los que quieren huir del pasado y a los que intentan escapar del presente, a los amores perdidos y a los que todavía se buscan. Y a nosotros, que leemos con las mandíbulas apretadas.
Ferraro nos muestra los dientes de la bestia: la violencia como voluntad, como fuga hacia adelante, como destino. La violencia, en definitiva, cayendo de una avioneta en llamas en el medio de la nada. Y destruyéndolo todo.
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