Roberta Iannamico vuelve de los paseos con sus colectas diarias para avivar el fuego, corazón del hogar: amistad, alimento, visiones, flores, conocimiento. Se raspa en el intercambio asombroso con los seres que comparten su hábitat, donde todo lo viviente tiene algo que enseñar. Andando los cerros, arroyos, montañas, ríos, llanuras, mares y bosques, los poemas abren caminos de justicia y belleza.
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