El Edipo no es una novela. No es la historia de un niño enamorado de su madre y penosamente parricida. Es la tragedia del deseo para el ser hablante, la experiencia de una pérdida, a partir de la cual cada quien se constituye como sujeto. Es también una vía de filiación, la que convierte a un niño en un hijo, a través de simbolizar la diferencia entre las generaciones. Ahora bien, ¿podemos pensar que la experiencia edípica está en disolución en nuestras sociedades? Las tres conferencias que integran este volumen plantean de modo claro y preciso diferentes escenarios sintomáticos en la crianza y en la adolescencia, con el propósito de pensar un nuevo tipo de subjetividad (a partir de fijaciones tempranas) que ya no toma como modelo de normalidad a las neurosis. Edipo ha muerto, dice Lutereau con cierto aire nietzscheano. El desafío estará en no recaer en la nostalgia y sentir su ausencia como un déficit, para que el psicoanálisis esté a la altura del siglo XXI.
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