Sentaro, un joven solitario, pasa los días trabajando en una pequeña tienda de pasteles dorayakis con un árbol de cerezo en frente. Una tarde conoce a Tokue, una anciana un poco excéntrica que prepara una pasta de porotos azuki excepcional. Ella comienza a enseñarle la manera precisa de preparar esa pasta y, de a poco, el vínculo entre ellos se convierte en una inesperada y entrañable amistad.
El paso del tiempo acompasado con los cambios en la naturaleza, la belleza de lo pequeño, las marcas que dejan las heridas del pasado, la forma en que las personas lidian con la injusticia y el mal, la posibilidad de encontrar algún consuelo en realizar tareas cotidianas con absoluta dedicación: la prosa de Sukegawa aborda todo esto con sutileza en una historia sencilla y profunda.
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