Tras la primera aparición de la letra iluminada, el manuscrito de María revela, a quienes quieran y sepan orientar su lectura, los pormenores y los confines de esta singularísima experiencia verbal.
La sucesión de imágenes trabajadas como reliquias de un presente en llamas, cuyos bordes inasibles lo vuelven de inmediato pasado, da curso a un relato hipnótico que se desliza entre la experiencia y la oración, con formidables escenas del yo en tránsito mesiánico.
Pocas fuerzas emergentes de la narrativa actual alcanzan este vértigo inocente e inmóvil. Martín Glozman parece conocer cada una de las partículas de esa materia poderosa y vibrante que es, paradójicamente, el lenguaje de todos los días.
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