«La vida exterior cuestiona todo, la mayoría de las obras de arte, nada», escribe la francesa Annie Ernaux, escritora ineludible de la autoficción. Se trata de una edición doble de sus diarios; de 1985 a 1992 el primero, de 1993 a 1999 el segundo. Sin embargo, el resultado al que llega con sus procedimientos hace tambalear el género: «Uno se descubre más a sí mismo proyectándose en el mundo exterior que en la introspección del diario íntimo». Son antes apuntes de la circulación de esta mujer por los espacios públicos de un pueblo de Francia, Cergy-Pontoise, a 50 kilómetros de París. Lo que ve en las calles, en los negocios, con un ojo astuto, clínico, en alerta contra los prejuicios, en especial los propios. «No hay jerarquía en las experiencias que tenemos del mundo», sabe, y por eso se propone lograr «una colección de instantáneas de la vida cotidiana colectiva». Las entradas, breves, son retratos a mano alzada e impresiones de orden fotográfico, en los que interviene una mirada particularísima pero casi nunca un juicio de valor. Las reflexiones de ese orden tienen volumen apenas audible y siempre están en tono de pregunta. Si bien es una escritora de amplia trayectoria y gran reconocimiento –ha recibido premios como el Renaudot o el Premio de la Lengua Francesa– esta es la primera vez que puede leerse en Latinoamérica. Los responsables de hacerla cruzar el Atlántico en la colección Extremcontemporáneo, con versión de Sol Gil, son los editores de Milena Caserola y Milena París, que apuestan a la traducción de escritores actuales al castellano rioplatense. El libro incluye un dossier con planos, fotografías y otros materiales. Una bienvenida de lujo para Ernaux.
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