Los personajes de María Martoccia están siempre en movimiento: dos mujeres emprenden el camino a la sierra con otra a cuestas, en busca de una herencia que las salve de la penuria. Una madre quiere que su hija recupere la cordura, pero un ladrón de poca monta logra en cambio que pierda a la hija. Un comisario sale a caballo y, con la ayuda de la bruja local, no cuita un asesinato y encuentra a una joven muerta de amor. Venderle el alma al diablo parece buen negocio, pero al final todos recibirán, con o sin su intervención, lo que merecen: amor, la niña sin juicio; tierra, la joven asesina; salud, la vieja moribunda; y unos pocos pesos la curandera. No es el narrador quien distribuye premios y castigos sino la novela misma, cuya sola arquitectura permite una vez más canjear lo que pensamos por una ficción inolvidable de la autora de Sierra Padre.
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