Quisiéramos creer que, cuando las cosas finalmente llegan a armonizarse, eso es la felicidad…
Pero precisamente es cuando las cosas concuerdan completamente y coinciden que esa adecuación, al estabilizarse, se esteriliza.
La coincidencia es la muerte. Es por medio de la des-coincidencia que adviene el impulso.
Dios mismo des-coincide respecto de sí al morir en la Cruz para promover la vida viviente. En la falla de la des-coincidencia, de nuevo es posible una iniciativa que se despliegue en libertad.
Ahora bien, dado que la época clásica convirtió la adecuación en la definición misma de la verdad, o la coincidencia con la Naturaleza en el gran precepto del arte así como de la moral, le correspondió a la modernidad romper con esa comodidad del pensamiento.
François Jullien hace funcionar aquí el concepto de “des-coincidencia” en la Biblia, la pintura, la literatura, la filosofía, para mostrar de qué manera está en el origen del arte y de la existencia.
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