Definir a David Lynch, concretar el significado de su obra, su importancia y su trascendencia, no sólo en el cine, sino en la cultura popular, es tarea complicada. David Lynch es una figura que no admite reducciones. Sugestiva a la vez que confusa o, más bien, dispuesta a confundir–, casi siempre extraída de lo más profundo de su subconsciente, su filmografía ha provocado todo tipo de emociones entre un público que, ya desde los tiempos de Cabeza borradora y El hombre elefante, se ha dividido entre quienes sentían fascinación por su lenguaje y los que experimentaban una repulsión creciente, entre los fans incondicionales y los detractores incorregibles. Y no sólo eso: Lynch ha dejado su huella en la música, en la televisión, en la fotografía, incluso en la carpintería y la divulgación de la práctica de la meditación trascendental.
David Lynch es un poliedro espinoso, complejo y difícil de reducir a una sola dimensión. En este libro, Dennis Lim se propone facilitar las cosas a quien, interesado por David Lynch, no haya sido capaz de comprender todavía en qué consiste su lenguaje, sus intenciones y sus méritos. De manera inteligente y concisa, Lim propone acercarnos a Lynch desde diferentes ángulos, ya sean la posmodernidad o el surrealismo, la ética o la religión —la fractura entre el bien y el mal que está en todas sus películas—, para sacar algunas cuestiones a la luz y aclarar ideas y conceptos que muchas veces habían resultado confusos o laberínticos. Posiblemente, éste es el mejor ensayo para comprender, de una vez por todas, qué pasa por la cabeza de uno de los directores de cine más relevantes de nuestro tiempo.
«Este libro cristalino de Dennis Lim reúne la fascinación por los pequeños detalles de la vida de Lynch y varias observaciones reveladoras sobre su modo de producción, para ofrecer una visión asombrosamente lúcida, y a la vez lírica, de su trabajo. Lim está tan versado en el lenguaje del cine que su contextualización de la trayectoria creativa de Lynch, tanto como arte como parte de la industria, me parece la definitiva. Esta es la última palabra en cuanto a David Lynch se refiere.» GUY MADDIN