En la primera novela de Mirtha Amores se conjugan de manera inseparable los más eclécticos personajes: un comisario inspector de inquebrantable autoconfianza salvo ante los caniches blancos; un cuerpo que parece haber muerto a carcajadas; dos adolescentes con extraños poderes; una sabia profetisa del futuro; un psiquiatra que oficia de catalizador, su esposa infiel y su eficaz secretaria; un inepto detective privado; porteros de toda laya; un fantasma de reconocida tradición local; y un joven guía. Los une un protagonista no por silencioso menos elocuente: el dantesco Palacio Barolo construido atendiendo los arcanos de la Divina Comedia y cuyo Infierno se expande ominoso y secreto bajo tierra.
Los une también una trama impecable con profundo conocimiento del alma y de la mente humana, y una escritura que al fluir entre sorpresas y estremecimientos se disfruta hasta la última línea.
Luisa Valenzuela
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