Una vocación empecinada por lo inferior, lo lateral, lo banal, lo repulsivo y lo impropio conforma un mundo que al tipo de ideal de argentino -tan piola él- lo desconcierta porque lo hace quedar como un gil: Laguna, poeta de la reversibilidad militante, cruza y descruza las fronteras entre varias cosas, pero principalmente entre la vergüenza y la desvergüenza, entre lo que no puede decirse y lo que se arroja como un dardo a los ojos atónitos del espectador/lector (para Laguna es lo mismo). Su texto incluye todo, en primer lugar a nosotros, tanto a nuestro desdén como a nuestro asombro, a nuestra admiración no menos que a nuestro tedio, y prosigue, cargándonos, hacia ese horizonte de estrellas y de vacío que conforma la música que escuchamos sin poder reproducir
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