Por motivos que me son desconocidos, no me fue posible siquiera leer los diarios que escribí durante mi trabajo en la película Fitzcarraldo. Hoy, veinticuatro años más tarde, me resultó fácil, aun cuando técnicamente no fue sencillo descifrar la propia letra, que en aquel entonces estaba reducida a un tamaño microscópico.
Estos textos no son un informe de filmación –apenas si se la menciona–, y diarios son sólo en el sentido más amplio: son otra cosa, más bien paisajes interiores, nacidos del delirio de la jungla. Pero tampoco de eso estoy seguro.
CORREO ARGENTINO
DESCUENTO DEL 10% POR TRANSFERENCIA BANCARIA
Protegemos tus datos