La música y la palabra parecen mantener una nostalgia mutua: la primera, por el poderío referencial del lenguaje verbal; la segunda, por el desasimiento completo de cualquier sentido. Los primeros románticos alemanes iluminaron un problema que atareó después a las vanguardias, a Luciano Berio y a Samuel Beckett. La canción de cámara alemana, la poesía fonética, las aventuras lingüísticas de James Joyce y la austeridad de Franz Kafka comparecen ante el dilema de que los sonidos “hablen” y las palabras “suenen”. Componer las palabras recrea esa relación siempre tensa, pero también sumamente fértil, y la despliega en una serie de casos emblemáticos que cubren un arco del siglo XVIII al XXI
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