La santa alianza del espectáculo y la mercancía es un hecho consumado. De un polo, de un trópico a otro, el capital ha encontrado el arma absoluta de su dominación: la mezcla de imágenes y sonidos. Jamás en la historia tantas máquinas habían dado a ver y escuchar a tantos hombres tantas imágenes y sonidos. La alienación revelada por Marx ya no es sólo lo que dora la píldora amarga de la miseria, el opio del pueblo; va más allá del servicio prestado al capital. Se sirve a sí misma. Los espectáculos, las imágenes y los sonidos nos ocupan con el objetivo de hacernos amar la alienación como tal. El espectáculo no se conforma con servir a la mercancía. Se ha convertido en la forma suprema de ésta.
Combatir contra esta dominación es librar un combate vital para salvar y mantener algo de la dimensión humana del hombre. Esta lucha debe empeñarse contra las formas mismas que el espectáculo pone en acción para dominar. Nos toca, espectadores, cineastas, deshacer punto por punto esa dominación, agujerearla de fueras de campo, astillarla de intervalos. ¿Cine contra espectáculo? ¡Pero si es el cine el que, en su historia, ha construido un espectador capaz de ver y escuchar los límites del ver y el escuchar! Un espectador crítico.
Esta dimensión crítica estaba en juego en los seis artículos aparecidos con el título de "Technique et idéologie" en los Cahiers du cinéma (1971-1972). Se reeditan aquí, por primera vez desde esos años cruciales, en la segunda parte de la obra.
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