“Siempre hice lo que me interesó —ha dicho Carla Bley—. Probablemente habría hecho concesiones, pero nunca nadie me lo pidió”. Desconcertante afirmación. A lo largo de los últimos cincuenta años, esta compositora construyó pacientemente un estilo idiosincrático que la distingue en la escena del jazz, sin hacer concesiones. Bley dio un nuevo significado a las diversas tradiciones musicales que convergen en su obra (como el free jazz, el rock, la música clásica, los himnos religiosos y las canciones de la Guerra Civil Española), y trascendió los géneros en álbumes como Escalator over the Hill (1968/1971), monumental ópera jazz vertebrada en torno al absurdo y a la idea de la reencarnación, que es ícono de su época. Bley es, además, bandleader y arreglista, roles inusuales para una mujer en el mundo del jazz, y colaboró con artistas tan disímiles como Charlie Haden, Jack Bruce, Steve Swallow, Robert Wyatt, Gary Burton, Gato Barbieri y Nick Mason (Pink Floyd).
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