MI MADRE PIDE QUE ABRAN la ventana.
Ella, que siempre promete
decir toda la verdad,
hoy está sometida
a la crueldad del tiempo.
Lo deja entrar con el viento
y circular en torno a su cabeza,
la empuja de la infancia a la vejez,
los dientes caen amarillos
como pétalos de una flor silvestre,
mientras un río de saliva
se le acumula en la boca.
Un cuerpo sabe siempre
a dónde va, como lo sabe
el pájaro, la nube, el sol.
No necesita de horas ni minutos.
Yo las mido con la vida
de mi madre.
Me bastarán sus días
para contar la historia
de la naturaleza entera.
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