¿Qué es más siniestro? ¿Descubrir que el compositor de “Ob-La-Di, Ob-La-Da” canta la ominosa “Helter Skelter” o que el compositor de “Helter Skelter” cante la ingenua y previsible “Ob-La-Di, Ob-La-Da”?
En su viaje a la costa uruguaya, Julián y Elvira encuentran pequeñas y esporádicas cosas fuera de lugar: toboganes y hamacas a cinco metros de la ruta, personas que bajan a la playa cuando una tormenta bíblica está a punto de caer... Pero ¿cómo puede saber un turista cuál es la medida de lo extraño cuando visita un lugar que nunca deja de ser familiar? Esos leves desplazamientos parecen ser parte de una marea lenta e irremontable que conduce a los protagonistas de Castillos a un paisaje incierto, donde es posible vislumbrar la sombra creciente de una amenaza. ¿O acaso no se tiñe así el aire cuando la generosidad se practica en demasía, y la lentitud para resolver burocráticamente un percance de las vacaciones se torna exasperante? Sin embargo, ¿cómo no abandonarse a esas derivas cuando lo frustrante de una vida se compensa por la seguridad que da una rutina? ¿De veras la prudencia da siempre buenos consejos? ¿Cuál canción es la que finalmente suena?
Dueño de una prosa tan límpida como poética, pródiga en pequeñas epifanías, Santiago Craig ha escrito una novela atrapante, de las que no se dejan así nomás sobre la mesita de luz
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