Antonia conduce de regreso a La Silenciada, la casona familiar abandonada entre viñedos. Los caracoles de la ruta dibujan las vueltas de su propio pensamiento ensimismado por un amor quebrado que la tiene sin rumbo.
La vieja finca es, a la vez, punto de llegada y de partida. Allí resuenan los ecos del léxico de una familia que hunde sus orígenes en una tierra que cada tanto se sacude por el latido arrebatado del planeta y desde donde puede verse un cielo con millones de estrellas.
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