Las crónicas de viaje, como género literario, generan una pasión inusual porque nunca se han estancado en la mera narración y descripción, ni resistieron la tentación de mezclarse con el género autobiográfico, con el diario íntimo y la reflexión existencialista. Tampoco le pusieron un muro a la poesía o la crónica periodística porque, justamente, son relatos abiertos, permeables, que van y vienen de un universo a otro. Desde conquistadores en expediciones a historiadores excelsos, pasando por antropólogos curiosos y los coolhunters hambrientos de hoy en día, la minuciosa descripción de los paisajes y situaciones vividas por un viajante, también es una ventana hacia adentro, un espacio extranjero probablemente creado para que se manifiesten emociones y reflexiones “interiores”. “Viajé para encontrarme conmigo mismo” no es una frase que suene extraña…
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