El trabajo de Barbara Brändli (Schaffhausen, Suiza, 1932 - Caracas 2011) gira en torno a una Venezuela múltiple, contradictoria y cambiante, nunca estática: la Venezuela de los indios Ye’kuana, Sanemá y Yanomamï; la del ballet de Grishka Holguín y Sonia Sanoja; la Venezuela urbanita, ajetreada y caótica de Caracas; la de las tradiciones artesanales, que poco a poco se van perdiendo; la de los personajes de la actualidad política, social y cultural del país; la de los campesinos andinos, habitantes de páramos tocados por la neblina y cada vez más despoblados...
A pesar de lo extenso y ecléctico de su obra, Brändli se empeñó en mostrar el inmenso valor humano de la «Venezuela distante», en palabras del historiador Michel Otayek, autor del texto de introducción, tan difícil de vislumbrar desde la vertiginosa modernidad Caraqueña en una época en la que el país llevaba a cabo ambiciosas políticas de desarrollismo.
Su obra se ha comparado con la de Isabel Muñoz por su sensibilidad hacia el movimiento y el dinamismo, con sus estudios de ballet contemporáneo y sus potentes imágenes de las tribus de la Amazonía venezolana. En una ocasión afirmó: «No sé fotografiar objetos inmóviles. Puedo registrar un cenicero o una lámpara, pero no ocurre nada con eso [...] con las cosas que no se mueven estoy perdida».
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