Este libro no se parece a nada. Fritz Zorn empezó a escribirlo cuando le diagnosticaron el cáncer que lo mataría poco después. El resultado no es un ensayo acerca de la enfermedad, sino un lento trabajo de demolición sobre sí mismo. Explora, con ojo clínico y dolorosa intensidad, los orígenes de la depresión que lo acompañó desde siempre. El estilo de las frases recuerda a Thomas Bernhard, pero mientras el austríaco peleó toda su vida para respirar algo limpio en sus pulmones podridos, Fritz Zorn quiso ganarse una muerte que se le presentaba como la urgencia de un deseo: si no era capaz de vivir, quería al menos morir sabiendo por qué muere.
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