Resulta difícil leer este libro sin pensar en William Carlos Williams, quien vivió gran parte de su vida lejos de la escena pública poética y se concentró en su carrera como médico. Sin embargo, los poemas de Natalia Bonino dan un paso más allá y habitan esa convivencia: “Final de la jornada y el balance de siempre: Hoy alguien lloró, alguien me contó su secreto más hondo, alguien tuvo miedo de hablar, alguien se sintió abrumado por la palabra riesgo”.
Leer Aunque no tenga diagnóstico es una experiencia reveladora, en donde cada poema construye una escena íntima que muchas veces se pierde entre la burocracia y la urgencia clínica. Las ciencias duras, nos cuentan estos versos, tienen su costado sensible e impredecible, y es ahí cuando la imagen poética irrumpe y dice presente. Lo que se piensa contrario, muchas veces es solo una ilusión y los extremos se entrecruzan como tejidos nerviosos después de un impacto. Al respecto, escribe la autora: “Podés intentar salvar un paciente /o un poema;/ trabajar en la edición, /curar en el mejor de los casos /reducir el daño /sacarle partes”. Abrir este poemario es una invitación a emprender ese camino sin retorno.
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