Arturo, el hijo de la vieja Rosa, acude a un concierto y a la salida, todavía sacudido por la lluvia de inusitadas sensaciones provocadas por la música, se encuentra en una de las tantas "recogidas" que se efectuaban contra los jóvenes. Tener el pelo demasiado largo, la ropa llamativamente estrecha o "parecer" homosexual eran motivos más que suficientes para ser condenado a trabajos forzados.
En el horror de un campo de concentración para homosexuales, Arturo constuye con su imaginación un universo habitado por elefantes regios. Levanta palacios con jardines colgantes más que alucinados, mares y ríos poblados de criaturas breves y suntuosas, iglesias, ventanales y bosques: la belleza como muralla protectira contra la barbarie y la irracionalidad.
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