Las voces que narran los distintos cuentos de este libro no son simpáticas ¿Desde dónde hablan los personajes? ¿Por qué ven el mundo así? En el primer cuento, por ejemplo, la narradora dice: 'Envidio que todo sea colorido, rico y fértil, no como cerca de mi ciudad: marrón seco e improductivo'. En el último casi parece haber una redención: 'Algo pasa, esta mañana, por primera vez, una chispa de bienestar'. Pero esa chispa enseguida se apaga. Y, sin embargo, las voces no son antipáticas, porque también hablan de sí mismas igual que del resto de las cosas y porque esa forma de hablar les permite decir algo –sobre sí mismas, sobre lo que las rodea– que de otro modo se escaparía. '¿Qué tiene de malo comer en un shopping?', pregunta una. '¿Los consejos son peores que el desconcierto?', pregunta otra. Al que dice 'esta noche fue perfecta' se le pregunta: '¿por qué?'. A otro que dice 'así es la vida' se le pregunta: '¿cómo es?'. Todos están fuera de lugar, o más bien en ese lugar intermedio entre que nada tenga sentido y que todo lo tenga en exceso. El resultado es un nihilismo despechado que, de tan excesivo, por momentos se invierte y se vuelve cómico. O casi cómico: la idea no es traer consuelo.
Pablo Katchadjian
CORREO ARGENTINO
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