Rob Fleming está a punto de cumplir treinta y seis años y tiene una tienda de discos antiguos en el norte de Londres; una tienda entre cutre y chic donde sólo vende la música que le gusta a él. Y nada más que vinilos, claro está, aunque su negocio, destinado a un público de serios coleccionistas de frivolidades, esté siempre al borde de la bancarrota. Y ahora, además, Laura, su última y fantástica novia, le ha dejado. ¿Será porque Rob parece empeñado en prolongar su adolescencia hasta la decrepitud o, como piensa él, porque su colección de discos y la de Laura eran incompatibles? Para consolarse, Rob se refugia en la compañía de Barry y Dick, sus inefables cómplices en la tienda, y juntos hacen innumerables y muy masculinas listas de los top del pop: las cinco mejores películas (que siempre incluyen Reservoir Dogs), los cinco mejores episodios de «Cheers» y las cinco mejores canciones de Elvis Costello... Y también comienza a salir con Marie, una cantante americana.
Pareciera que por fin va a cumplir uno de sus sueños, tener una novia contratada por una discográfica, hasta que reaparece Laura. Y aunque Rob creyera al principio –o fingiera creer– que esta ruptura sentimental no estaba entre las más cruentas de su vida, que Laura no era digna de figurar en la lista de las cinco principales que le habían roto el corazón, muy pronto comenzará a hacerse preguntas, preguntas muy arduas, y las listas de los top del pop no bastarán para darles respuesta: preguntas sobre la familia, la monogamia, el amor y el desamor, la madurez. ¿Será que por fin va a descubrir que también hay vida, y música, después de la adolescencia?
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