En 1938, gobernado por una dictadura nacionalista, Japón emprende una guerra para expandirse en Asia. La xenofobia está a la orden del día. En ese mismo momento, en Tokio, cuatro músicos aficionados, Yu, de origen japonés y tres estudiantes chinos, amantes de la música clásica occidental, se reúnen regularmente para ensayar Rosamunda, la sonata de Schubert. Son sesiones idílicas, que acaso los hace olvidar brevemente el clima de terror e intolerancia que los rodea.
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