Hasta que entré en el Instituto de Cine; en 1962; trabajé esporádicamente en el negocio de mi padre. Eso me obligó a viajar por todo el norte de la provincia. Cada uno de esos viajes era para mí una verdadera tortura; a veces duraban tres o cuatro semanas y cada partida era un desgarramiento. Sin embargo; después; en el recuerdo; de esos viajes me han quedado imágenes maravillosas.
Aun hoy me sé quedar horas enteras mirando el mapa de la provincia; y a cada nombre de esos pueblos perdidos me vienen recuerdos intensos y luminosos. La costa; sobre todo; parece haberme marcado para siempre. De donde podemos deducir que nunca sabemos cuándo estamos en realidad viviendo lo esencial de nuestras vidas. Juan José Saer
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